miércoles, diciembre 21, 2005

El pez y yo

.... Caía la tarde, como un día mas, como desde hacia ya tanto tiempo que no recordaba cuando empezó todo. Levemente la bruma lo fue invadiendo todo hasta cubrirlo con su manto frío y espeso.
Estaba allí de nuevo, ante aquella ventana. ante aquella mesa, Se me perdía la mirada entre el camino arenoso que llevaba a la playa, ahora desapareciendo lentamente en el atardecer.
Iba ya para años que había dejado el camino, y me había instalado en aquella cabaña, apartándome un poco de todo y de todos, dejando transcurrir el tiempo, a veces sólo miraba la vida a través del cristal, otras corría tras ella jugaba con ella, la vivía.

Giré la cabeza en busca de una cerilla, prendí la vela y puse “mi” música, esta lleno la habitación y volví a mirar por el ventanal, cerré los ojos y me dejé inundar por aquellos acordes.

Una lagrima cayó por mi rostro.
Y el frío de la noche me envolvió.

Amaneció.

El día levantaba, las primeras luces asomaron sorprendiéndote camino a la playa. Como todas las mañanas.
En aquel caminar notabas como se iban desprendiendo partes de ti, de un día para otro. Y a cada parte que perdías, está se rellenaba de tristeza y nostalgia, a veces de rabia.
Hundiste los pies en el agua, y el frío te sacó de tus ensoñaciones, ya la luz cubría todo, el día había despertado completamente.

De pronto a unos metros de mi, un brillo aparecía y desaparecía rítmicamente, aceleré el paso hasta encontrar de donde procedía ese brillo.
Era un pez. Un pez hermoso que se debatía en las olas, cansado, agotado, no podía volver al mar, es más, parecía que no quería volver al mar.
Corrí hasta la cabaña a por una cuba y con sumo cuidado lo tomé y lo lleve al hogar.
Aquel pez parecía perdido, desorientado, pasé aquella noche frente a la cuba, esperando hasta que me dije no puede estar así, no es su lugar. Y empezaste a construir un hermoso acuario, recogiste plantas del mar, recogiste rocas del mar, recogiste arena del mar.

Y allí por un momento creí que el pez sonreía.

Pasaron los días, parecía que a veces los dos jugábamos, unas veces el pez se escondía entre las rocas, otras sentado frente al pez le leía cosas, le contaba cosas, a veces solo pasaban las horas mirándole.

Así transcurría el tiempo, pero veía que aquel pez perdía su brillo, por lo que decidí bajar el acuario a la playa, quizás de esa manera todo volvería ser como los primeros días. Más la segunda vez que bajé con el pez, y dejé el acuario al borde de las olas, este pegó un salto y se sumergió en el mar.

No miró atrás.
No volvió a asomarse.

Sólo vi su aleta perderse en el horizonte.

Sin esperar que eso sucediera.
Sin imaginarlo.

Y así acabó todo, aún hoy bajo al amanecer a ver si un día encuentro aquel brillo plateado a orillas del mar, pero sé en el fondo que allí ese pez es feliz que esta quizás donde siempre quiso estar, aunque una vez salio de su mar para conocer lugares nuevos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pájaros y peces, como continúes así llegaras a construir un zoológic