Basado en la canción de Mecano 7 de Septiembre
Después de tantos años, y sin saber porqué aquello que sentían se desvaneció como la niebla lo hace con los rayos del sol.
Entre ellos había algo especial que por mucho que quisieran ignorar no podían borrar de sus corazones, algunos lo llaman una conexión más allá de esta vida, otros simplemente dicen que es el alma gemela.
Aquella noche, en aquel restaurante, las lágrimas corrieron por la mesa, los recuerdos saltaron de plato en plato, y un adios se convirtió en el postre. Quiso la casualidad que aquella noche fuera el mismo día en que se habían conocido, como un macabro aniversario donde lo único que podían celebrar era una despedida con la sensación de que estaban cometiendo un error.
Él se quedó mirando la puerta que se cerraba tras ella, ella no se giró a ofrecer su mirada por una vez más, sus ojos navegando entre sus lágrimas lo decían todo. Aún quedaba una llama que ni con todo el agua del mar podrían apagar.
Enredado en la cabellera de ella aún se oían sus palabras, "estaré aquí siempre, de la forma que sea, siempre en este día".
Y así fue, cada año él regresaba al restaurante, la misma mesa, los mismos platos, el mismo silencio y vacío, la puerta que no se abre.
Su mirada ha perdido brillo, ahora sus ojos se visten con cristales, y su andar no es el mismo, aquel pelo negro se ha convertido en un monte nevado, y su sonrisa ha dejado paso a una linea de puntos suspensivos.
Esa noche el restaurante esta abarrotado, hay gente esperando mesa, y sin embargo su rincón permanece vacío para que el llegue y lo llene.
Mira los vasos y los platos, y siente que las fuerzas se le van recordando lo estúpido que fue por no salir tras ella, si la hubiera detenido, si ella se hubiera vuelto por un instante, pero a pesar de que la llama nunca se apagó, el tiempo va venciendo. Mira la gente que está esperando y llama al camarero, "es hora de dejar mi mesa".
Rápidamente una pareja joven aparece y llena el espacio que él ha dejado.
Se va hacia el maitre, que se encuentra en un apartado, "ya no hará falta que reserve la mesa mas años", y sale a la calle, la noche se ha convertido en algo frío, y empieza a caminar.
La puerta del restaurante se abre, unos ojos buscan, imploran y suplican, pero en aquella mesa, su mesa una pareja charla y ríe.
Sus labios tiemblan cuando alguien roza su hombro, "si le busca, acaba de salir".
Ella no puede creerlo, sale a la calle corre lo que le permite la falda de tubo que se ajusta a su cuerpo, y al fondo de la calle reconoce sus andares.
Se acerca, y cuando sabe que está lo suficientemente cerca para que pueda oirle, susurra:
- Aunque la historia se acabó hay algo vivo en nuestro amor, que aunque nos empeñamos en soplar hay llamas que ni con el mar... no dejemos que acabe... nunca
El se gira y la ve, exactamente como estaba el día que se fue, y le contesta
- Porque aunque nos empeñamos en soplar hay llamas que ni con el mar entero podrían apagarse.
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