Aquel verano no era ni de lejos lo que él habia supuesto, y mucho menos soñado.
Aquel verano con sus olas de calor se había convertido en un infierno.
Un infierno dificil de olvidar.
Renqueante
por una herida en su pie, entró en el café, con su mirada buscó una
mesa libre alejada, como si en el fondo quisera esconderse y pasar
desapercibido.
El café un viejo bar remodelado , había conservado ese
aire antiguo y añejo de los cafés que se estilaban en los tiempo que
las letras eran importantes, ahora los mails, los chats y el whatsapp
habían asesinado al bolígrafo y al papel.
Se sentó y pidió un
café con hielo, se quitó su mochila, aquella que parecia un anexo a su
espalda, recogió los cascos, otro anexo más de su cuerpo del que a duras
penas se deshacia cuando salía, porque la música era su eterna
acompañante.
Miró a su alrededor, el café estaba casi lleno, el
aire acondicionado invitaba a entrar en vez de quedarse en la terraza de
verano que aparecia desnuda tras la gran cristalera de la entrada.
Algún
lector de periódico apuraba su café, no muy lejos de su mesa se podía
ver la luz reflejada de un portátil encendido, una novedad más en aquel
café, el wifi gratuito. Algunas parejas copaban el resto de las mesas,
en ellas el fijó su mirada, si alguien le hubiera visto podría haber
dicho que era una mirada cargada de añoranza, de nostalgia, incluso en
un giro linguistico decorativo podría decirse que su mirada estaba
vestida de envidia.
Sacó su cuaderno, un boligrafo cuya capucha aún conservaba las marcas de sus dientes. Esperó a que le trajeran el
café, dió las gracias, y antes de ponerse a escribir volvió a mirar a su
alrededor.
" Me gustaría escribir una historia de humor, donde
no hayan carcajadas pero si una sonrisa que no se despega de los
labios, una historia de esas que no quieres que se acabe que sonries
sin saber por que, y que cuando acaba aún permanece en el aire esa
sensación, la dulce sensación de una sonrisa.
O por el contrario me
gustaría escribir una historia de pasión y lujuria, de sexo y
desenfreno, donde no hay espacio para pensar solo para sentir, como si
se abriera un paréntesis en la vida donde se puede permitir de todo y
las fantasias se convierten en realidad... hasta que ese paréntesis se
cierra.
Sin embargo cuando inento hacerlo el papel se vuelve
negro y el bolígrafo se niega a escribir. Ellos saben que acabo de
volver de un viaje, un viaje que hago de vez en cuando, no muy a
menudo, pero que siempre está presente esperándome, no hace falta
maletas, no hace falta avión, ni coche, solo basta con hacerse con un
poco de valor y emprender el camino. Quizás no todos podamos hacer ese
viaje, no lo sé, pero no lo creo.
El viaje, un viaje a un
edificio pequeño en un rincón de algún lugar que llamamos corazón. Es un
rincon pequeño, con unas pocas, muy pocas habitaciones, pero todas
ellas amplias, llenas de luz. Cuando llego las puertas siempre estan
cerradas, a veces solo acaricio la madera de esas puertas y siento en
mis dedos, en la palma de mi mano, todo el tiempo que pasamos juntos,
puedo sentir aún las caricias y rozar las palabras que detrás de esa
puerta aún flotan si sabes abrir el arcón donde están guardadas. Por que
detras de esas puertas están las personas que una vez habitaron en mi
corazón, no son muchas, al reves alguien podría decir que ¡¡ son tan
pocas !! y sin embargo no habria excavadora en el mundo que pudiera
derribar este rincón.
A veces no soy capaz de abrir la puerta, por
que sé que nunca cierro bien el arcón donde guardo los recuerdos, las
letras las voces las caricias las imágenes que con el tiempo se van
haciendo cada vez mas borrosas pero que extrañamente ganan en
intensidad al sentirlas.
Cuando, por fin, me atrevo a abrir la
puerta, hay una estancia amplia y blanca, de grandes cristaleras que dan
a la playa, una playa que está siempre vacía, pero a la que suelo bajar
con algunas cajitas de cristal, me gusta hacerlo a la luz de la luna
cuando está llena y se refleja en las aguas. pongo las cajitas en línea y
voy abriendo una a una, no todas son iguales y en cada habitación son
diferentes.
Me gusta abrir las cajitas que me llevan a rincones, a
lugares conocidos, a mis paseos por Madrid a calles recorridas de la
mano, con miradas y sonrisas, a mesas de mármol con un cafe caliente en
frias mañanas, a horizontes de edificios que se ven en la lejania cuando
aun el sol perezoso lucha por levantarse.
Me gusta las cajitas de
las que salta un fantasma que baila delante del espejo de mi cama, que
deshace la escarcha del lado de mi cama que permanece siempre vacio, a
la espera.
Me encanta cuando el fantasma me sonrie aún y puedo ver
sus ojos, y yo me convierto en otro fantasma que pone manteles blancos y
enciende velas, y busca entre sus cd's a veces a maxwell otras a Teddy
Pendergrass otras a Bruce Springsteen.
De juegos en un puff de color rojo,
Me gusta cuando de la cajita
sale una proyección que se dibuja en la arena y puedo verte durmiendo a
mi lado mientras yo despierto te observo.
Y abro otra cajita y salen
olores a incienso a tu perfume a ciudades lejanas tan lejanas que me
parecen solo un sueño que una vez ¿viví o simplemente soñé?.
Hay
cajitas con olor a mar, a paseos por la playa, a maletas que suben una
escalera que lleva a un tiempo que vuela, vuela y ya no regresa.
Pero
todo tiene un precio, poder abrir las cajitas tiene su precio, por que
para volver a cerrarlas o al menos a dejarlas entre abiertas se necesita
dejar un trocito de corazón, se necesita dejar unas lágrimas.
Cuando
vuelvo a cerrar la puerta y sigo mi viaje, siempre llego a dos
habitaciones que nunca se terminaron, que empezaron a construirse y
quedaron inacabadas. Me da miedo entrar en ellas, un miedo que se aferra
al cuello que te agarra las entrañas hasta axfisiarte, ese mismo miedo
que impidió terminar la habitación, ese que te sella la boca con
costuras, y que te grapa los ojos para que no veas, el mismo que para
regocijarse en tu dolor te susurra una y otra vez, una y otra vez, " y
si... y si hubieras tenido el valor, y si no te hubieras lanzado... y
si...". ese susurro se convierte en eco, un eco que aún cuando termina
mi viaje sigue conmigo.
Siempre antes de volver de mi viaje, me
siento fuera a ver ese rincón, y siento como cada espacio me amó, me
quiso, unos más otros menos, y me preguntó si yo supe amarles de la
misma manera, si supe devolver aunque fuera en una milesima de parte
todo lo que me dieron, y siempre me llega la misma respuesta "no", no
supe amar de la misma manera, no supe darme de la misma manera, no supe
deshacerme de esa coraza que es el miedo y que lo unico que ha
conseguido es que todo esté ahora en cajitas de cristal, guardado en un
rincón de mi corazón, un corazón que ya esta viejo y demasiado roto."
Suelta
el bolígrafo, los hielos se han diluido y el café solo es un agua
marrón, tras los cristales de las gafas un lago amenza con desbordarse,
bajo su pecho aquel rincon le zarandea como si fuera un muñeco de trapo,
solo y simplemente un mucho de trapo.
Si pudiera escribir una historia de humor, o simplemente una historia de pasión y lujuria que haga olvidar todo.
Olvidar todo.
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