Recorro el parque de el Retiro con la esperanza de encontrarme con el viejito, de felicitarle el año, de tener de nuevo una charla con él.
Camino por el lateral del estanque, se nota que los colegios están cerrados, los chicos corren arriba y abajo, un Mickey Mouse infla unos globos ofrecíéndoselos a los niños para que los padres suelten alguna moneda, muchos parejas de chicos y chicas con el palo selfie, ellos miran fijamente a la cámara, ellas literalmente posan, besos al aire, piernas inclinadas, brazos a la cintura...
Me pierdo por caminos solitarios con la sola compañía de los árboles y en un recodo me lo encuentro. Está paseando despacio, como si sintiera cada hoja, cada seto que hay en el camino. Me pongo a su altura y le saludo, él se gira, me ve y sonríe.
- Ya has llegado - me dice con su dulzura habitual.
- ¿Me estabas esperando?
- Claro, sabía que querrías verme antes de fin de año.
- ¿Nos sentamos? - le pregunto, señalando un banco cercano.
Nos acomodamos en un banco de madera, el suelo está teñido de ocre, con una alfombra de hojas que revolotean con el viento.
- Un año más... - le digo - feliz año.
- Bueno ... donde yo estoy el concepto tiempo es muy diferente, pero imagino que no querrás que hablemos de ello ¿no?
- Quizás en otra ocasión, ¿sabes? creo que este año se me ha ido, se ha deslizado entre los dedos como lo haría un puñado de arena. Un año difícil, complicado, donde se han quedado muchas cosas atrás y solo queda una sensación de que ha pasado para no volver, y una vez más me deja la sensación de que hay personas que pasan por mi vida hasta que... como podría decirlo... se ¿ubican?
- Ubican... hace muchos años que no oía esa palabra, desde...
- ¿Desde?
- Desde la guerra civil cuando era joven, ¿quieres que te cuente la historia?
- Desde luego...
- Por aquel entonces yo era joven, nuestro pueblo quedó dentro de uno de los dos bandos, da igual cual, pero cerca de la linea de fuego, cerca del territorio del otro bando, pronto surgieron las represalias, a veces llegaban milicianos y se llevaban a unos cuantos, otras entraban por la noche grupos del otro lado y gente desaparecía. Fue entonces cuando oí por primera vez su nombre,le llamaban "el ubicador", nadie sabe como aparecía, pero llegaba cuando alguien o varias personas tenían que pasar de un lado a otro, a él no le importaba el color, ni azul, ni rojo, solo las personas.
Estaba con ellas al menos una semana, les conocía, les indicaba los peligros, les intentaba aliviar, darles ánimo, hasta que un día llegaba y decía "es esta noche". Entonces les llevaba al otro lado, se internaban en el bosque y pasados unos días regresaba él solo. Otras veces tardaba semanas en aparecer y cuando lo hacía llegaba al pueblo con algunos niños, mujeres y hombres, personas del otro lado que venían a este.
- ¿Y qué pasó, lograste conocerle, hablar con él?
- Sólo una vez, lo vi una noche, caminaba solo por el linde del bosque, allí estaba, todo un mito, un héroe, y sin embargo cuando estuve a su lado, sólo era un chico algo mayor que yo. Le pregunté que porqué lo hacía y simplemente me dijo "¿porque no?", empezamos a hablar, tenía miedo pero en cuanto veía los ojos de aquellas personas a las que iba a pasar de un lado a otro su miedo desaparecía.
Sonrío cuando le dije que le llamaban "el ubicador".
Le pregunté que era lo peor que le había pasado, me contó que lo peor era no volver a saber de ellos, que muchos le decían que le escribirían, que le mandarían noticias, que seguirían en contacto, pero nunca recibió nada, ni una noticia, ni un mensaje, cuando hablaba de "ubicarlos" su voz tenía vida, era feliz, pero cuando me contó eso, su voz solo era un hilo cargado de tristeza y nostalgia, yo pensé que tendría rencor, al fin y al cabo daba parte de su vida, pero sin embargo nunca encontré un rastro de ello en sus palabras.
Me contó que él les buscaba un nuevo camino, quizás por que él nunca había llegado a encontrar su camino.
- ¿Y que fue de él?
- La guerra avanzó, cada vez se hacía mas difícil reubicar a los que huían, y cada vez había menos que reubicar, empezó a vérsele menos, hasta que desapareció, dicen que se le oía silbar en el bosque.
Yo siempre pensé que seguía allí, en el bosque, intentando encontrar su camino, quizás intentando encontrar a alguien que le reubicara a él.
- Es una historia hermosa pero triste - le dije
- No creo que sea triste, él sabía que ese era su destino, yo quiero imaginar que al final, en ese bosque, encontró su camino.
- Creo que de alguna manera me parezco al ubicador, tengo la sensación de que hay personas que han llegado a mi vida en momentos difíciles, y que una vez "ubicados" desaparecen , y lo más triste es que tengo la sensación que eso no ha acabado, que seguirá pasando, y que no sabré más.
- Bueno puede que sea ese tu destino, puede que no, la vida no está escrita, se nos marca un camino pero somos nosotros los que al final hemos de escribirla.
- Sabes que te quiero ¿verdad?
- Lo sé, yo también y creo que ahora ya debes irte, está anocheciendo, me gustaría desearte una feliz nochevieja pero sé como la vas a pasar y creo que vale con que te diga que intentes disfrutarla, da igual que una noche sea nochevieja y otras no, a veces son mejores las noches que no esperas.
- Gracias, siempre me sorprendes con tus historias, siempre me dejas una sensación ...
Le dí un abrazo, me levanté, me puse los cascos y volví a casa, faltaban horas para nochevieja, una más para olvidar.
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