Se sentía solo, solo y abandonado, abandonado y traicionado. Él que se había entregado, que lo había dado todo por ella, ella que lo había dejado con un adios, ni siquiera con un beso de despedida.
Si él no podía ser feliz, nadie debería tener derecho a ser feliz. Se sumergió en la biblioteca más antigua de la ciudad y allí descubrió la forma de hacerloz, la manera de convertirse en el secuestrador de besos.
Rondaba los parques al atardecer y en el momento en que una pareja iba a besarse, él secuestraba el beso, lo introducía en una caja metálica y aquella pareja no podía volver a besarse nunca más, sus labios se volvían como dos imanes del mismo polo cada vez que se acercaban se repelían.
Entraba en la estación de tren y allí secuestraba los besos de despedida, los besos de los que llegaban, iba a los colegios y secuestraba los besos de los niños a sus padres, de los padres a los niños, entraba en los cines, se sentaba en los parques infantiles, no había lugar que no apareciese y desaparecieran los besos.
Al anochecer, en su casa, vaciaba la caja metálica, y en frascos de cristal encerraba los besos secuestrado, estos como mariposas intentaban salir, volar a las bocas que los esperaban.
Una tarde sentado en el parque, miró a una chica, ella acercó sus dedos a sus labios y lanzó un beso al aire, él abrió rápidamente la caja, y antes de que el beso llegara a su destinatario lo atrapó.
Con prisas se fue a su casa, el beso golpeaba las paredes de metal como ninguno antes lo había hecho. Él pensó que aquel beso merecía estar en una recipiente de cristal separado, "golpea con tanta fuerza que debe estar lleno de amor", se dijo, " que suerte debería tener a aquel al que iba dirigido".
Abrió el frasco de cristal y en el momento que colocaba la caja el beso golpeó con fuerza la tapa, volcó el frasco de cristal que se estrelló en el suelo saltando en añicos, y el beso voló por la habitación. ël esperaba que fuera hacia el ventanal abierto para escapar buscando a su dueño, pero el beso quedó flotando por unos instantes hasta que raudo se lanzó a su boca y quedó pegado a ella como un sello a una carta.
El beso, el beso era... para él... aquella chica... entonces... entonces está enamorada de mi, y yo he secuestrado sus besos, y no podrá besarme más....
Sin pensarlo fue abriendo una a una todos los frascos de cristal, lo besos salieron volando en dirección al ventanal y una vez allí se dispersaron por la ciudad. Igual que los trinos de los pájaros en cada esquina sonaba un beso entregado.
El secuestrado de besos salió a la calle, cruzó la acera y entró en el parque, la chica estaba sentada aún en el banco, él se acercó y cuando estuvo a su altura le dijo:
- Creo que esto es tuyo - y abriendo las manos un beso de deslizó entre sus dedos hasta los labios de ella.
Cuentan que nunca nadie supo que pasó aquellos días en los que no se podían besar, cuentan que desde aquel día, en aquella ciudad se dan mas besos que en ninguna otra parte del mundo.
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