Había alquilado aquel pequeño estudio, como un caracol ermitaño buscaba
su concha, su caparazón donde resguardarse, muchos hubieran dicho
donde esconderse y quizás fuera así.
Quería escribir, rellenar todas
aquellas hojas en blanco de su block con historias de sueños cumplidos,
de amores imposibles que la final se abrazan y besan, de manos que
acunan corazones, de manos que cosen con hilo las cicatrices de
corazones rotos.
Quería escribir todo lo que él quiso vivir y sólo le dejo el corazón roto.
Aquel
pequeño estudio tenía las paredes de papel, podía oír a las 7 en punto
de la mañana ni un minuto antes ni un minuto después, el despertador del
piso de al lado, oía correr el agua y a las 7:42, ni un minuto antes ni
un minuto después alguien cerraba la puerta. Puerta que no volvia a
hablar hasta las 18:15, día a día, cada día de la semana excepto los
fines de semana.
Aquel lunes fue la primera vez que oyó como
alguien lloraba detras de la pared, no era un llanto desgarrador,era
casi silencioso, sin duda un llanto de mujer.
Paró lo que estaba
haciendo, aquel sonido llenaba su habitación y como una mano helada
apretaba su corazón.
Se sintió tentado de ir a ver que pasaba, pero
tenía experiencia en que aquello sólo le acarrearía problemas y si
acaso, quizás, otro jiron más en su corazón.
Al cabo de un rato el llanto cesó, oyó ruidos de platos y como encendian un televisor.
Tres
días después y más o menos a la misma el llanto volvió y de igual
manera al rato cesó, oyó un ruido de platos, un televisor encendido y
nada más.
Empezó a pensar en los motivos de aquel llanto, quizás se
sintiera sola como él, quizás solamente era la nostalgia o la ausencia
de un ser querido, quizás... quizás no era de su incumbencia y lo mejor
era dejarlo estar.
Pero el lunes volvió a pasar, y tres días
después otra vez, como si fuera algo programado, a la misma hora el
llanto y con el mismo final un ruido de platos y un televisor encendido.
Como
buen escrito emborronó un montón de hojas sobre la historia de aquella
chica que lloraba dos días a la semana y a la misma hora, ¿leería una
carta de un amor que la había abandonado? ¿ quizás escucharía alguna
canción triste con unos cascos y su recuerdo le hacía llorar? Pero no
encajaba que casi siempre fuera a la misma hora.
Aquel llanto se estaba conviertiendo en una banda sonora y él necesitaba apagarlo, no soportaba la idea de oirlo una vez más.
Y
ese lunes a la misma hora, quizas un minuto antes, quizás un minuto
después, cuando ella empezó a sollozar, él llamó a la puerta.
Oyó
una voz que le decía "un momento, voy" y cuando la puerta se abre
aparece ante él una chica envuelta en un delantal de cocina, sus ojos
rojos delatan que estaba llorando, él intenta blabucear unas palabras
-
Hola, soy tu vecino, verás... quizás no debería meterme donde no me
llaman... pero te oigo llorar siempre los mismos... bueno... yo ... me
preguntaba si te pasa algo, si necesitas cualquier cosa...
- Ohh vaya - le contesta la chica azarosa - no pensé que me oyeras, no quería molestarte...
-
No, no... no es ninguna molestía, sólo me preocupaba oirte, esas
lágrimas, algún amor perdido, algún pariente, o quizás la soledad... y
me dije voy a llamarla que sepa que si necesitas algo...
- ¿Cómo? - y
aquella chica esbozo una sonrisa, casi era una risa incontenible, que
por educación ahoga entre sus labios - jajaja no, no.... perdona que me
ria, de verdad, no me río de ti, pasa anda y verás...
Entró en
la casa, era algo más grande que la suya, ella le indicó que la
siguiera, entraron en la cocina, sobre una pequeña mesa había un bol con
patatas cortadas, al lado un montón de cebolla picada.
- ¿Ves?
ese es el motivo de mi llanto, adoro la tortilla de patatas, pero al
cortar las cebollas no puedo evitarlo, y bueno soy algo metódica suelo
hacerme una tortilla los lunes y una los jueves...
- Yo... esto... vaya estúpido que debo parecerte, pensando que llorabas por alguien y...
- No te preocupes, es un detalle encantador que te hayas preocupado por mi, esas cosas ya no se llevan
- Bueno al menos déjame darte un consejo para que no llores más cortando la cebolla
- ¿Sabes alguno?
-
Si claro, mi abuela encendía una vela cerca de donde cortaba la
cebolla, según decía absorvía los gases de la cebolla y evitaba llorar.
- Ummm ¿lo probamos?, venga, si resulta te invito a cenar... tortilla de patatas
Y aquella noche lo vecinos oyeron el ruido de unos platos, un televisor encendido... y unas risas en compañia
Fué la primera de muchas tortillas de patatas...
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