Entré en aquel viejo bar de madera y baldosas añejas cargadas de huellas a caminos sin nombre.
Abracé la última mesa, en un rincón escondido.
El aire cargado de alcohol, vestí la mesa con mi block y un lápiz.
Jugué con unos versos de Borges mientras sus letras se deslizaban por algún rincón de mi mente.
Ella se acercó sigilosa, "te cambio tus pensamientos por una cerveza" me dijo, con un baile de carmín en sus labios.
"Lo que pienso no vale ni un real" le dije.
Acercó
su mano a mi block e inclinándose hacía mi susurró "con una buena
propina podría contarte historias que nunca te atreverías a escribir"
"Qué tal si con la propina te invito a tomar un café", ella me sonrió y dejó caer "mejor un cubata lo más lejos de este café"
Salimos cuando el reloj daba la una y las calles mojadas dibujaban siluetas de tejados de aquella ciudad.
Abracé su cintura bajo el son de sus tacones mientras me fumigaba con su perfume.
"Ten cuidado escritor, hay noches que sólo se escriben con renglones torcidos"
"Y otras sólo se quedan en páginas en blanco" llegué a contestarle antes de que me ahogara con un beso de sabor a mandarina.
Cómo olvidarme de ella, cómo olvidarme de aquel acento sureño.
Tras un numero primo de copas, jugó conmigo al escondite bajo sus sábanas, y al amanecer aún le preguntaba su nombre.
Cómo olvidarme de ella, si pude escribir con mis dedos en sus curvas.
Cómo olvidarme de ella.
Me
fuí cuando el sol entraba por su ventana, ella me miró sin preguntarme
"¿porqué?" y yo sólo supe decirle en mi mente "por nada".
Pasé
por su bar incontadas veces, más nunca me atreví a entrar, mejor
recordar aquella noche antes de que me dejara como recordatorio otra
herida en mi vida.
La ultima vez que la vi caminaba por aquella calle de la cintura de un hombre y de la mano una niña.
Juraria que al cruzarnos la oí decir "te cambio tus pensamientos por una cerveza"
Cómo olvidarme de las historias que nunca me llegó a contar, cómo olvidarme de ella.
Cómo olvidarme de ella, cómo olvidarme de su acento sureño.
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