Madrid se despierta con un aire frío, como si el invierno quisiera
robarle su tiempo al otoño, "aquí estoy no se te olvide" parece decir.
Recorro
el retiro pintado con ocres, naranjas y pardos, me gusta perderme por
sus rincones solitarios, momentos en que desconecto la musica y sólo
escucho el silencio del parque.
Hay bancos de piedra y de madera,
que inevitablemente me llevan a la imagen de alguien echando comida a
los pájaros y a las palomas, personas no tan viejas como para dejar
correr su tiempo allí, no tan jóvenes para que alguien se acuerde de
ellas, y en el fondo siento que soy una de ellas.
Giro un recodo y
sobre uno de esos bancos veo una figura familar, a mi mente vuelve sin
tener conexión, un baile imaginario cerca del estanque en una mañana con
alguien que me concedió un deseo, casi un último deseo.
Me acerco, y es él. Me mira, le miro.
No hay sorpresa en sus ojos, una vez más sabe donde encontrarme.
- Ya no te encuentro por las calles del centro, ni por la puerta del sol.
-
Lo echo de menos, pero la vida me lleva por otros caminos, estos
envueltos en árboles. - le respondo - no por ello menos hermosos que
mis calles.
- Lo sé, por eso he venido aquí.
- ¿Sabes? Te echaba de menos.
- Yo también, aunque no debería decirlo.
Sin
pedirle permiso me siento a su lado, y siento que me embarga una
sensación de tranquilidad, como si de alguna manera estuviera de vuelta
en mi cajita de cerillas.
- ¿Cómo estas? - me pregunta.
- Lo sabes, pero gracias por preguntar...
- Tengo un cuento para ti
- Me encantará escucharlo...
Y empieza, mirándome con sus ojos negros profundos.
-
"Hace ya muchos muchos años, cuando yo era un joven al que la vida
corría por las venas con esa ilusión por comerte el mundo, en esta
tierra estalló una guerra, no voy a entrar en que zona estaba nuestro
pueblo, ni en que bando luchamos unos y otros, ha pasado tanto tiempo
que creo que hay que cerrar esa página, y en vez de dividir siempre es
mejor unir.
Pero dejémosnos de divagaciones, las locuras de
joven... llegaron al pueblo y empezarón a reclutar, tenía un primo dos
años más pequeño que yo, eramos como hermanos, en el fondo yo sabía que
me admiraba y me dejaba llevar, ya sabes, te sientes admirado,
querido... pero nunca supe hasta donde podía llegar esa "admiración".
Me reclutaron para el frente a pesar de mi juventud. Nunca había empuñado un arma, nunca pensé que
podría matar a otra persona, una persona que podría ser mi vecino, que
hablaba mi mismo idioma y que la unica diferencia era que pensaba
diferente.
Nos metieron en camiones y cruzamos bosques quemados, de vez en cuando adelantabamos a una fila de lo que antes eran hombres.
La
primera noche en la trinchera fue tranquila, a lo lejos se oían las
explosiones de morteros y se iluminaba el cielo como si desde algun
lugar lejano lanzaran cohete artificiales.
Avanzaban hacia
nuestra posición, alguien al que algún uniforme con más galones que él
le dió el poder de decidir sobre la vida y la muerte, nos arengó para no
movernos de alli, pasase lo que pasase, y en el caso de que a alguien
se le ocurriese darse la vuelta se encontraría con su pistola. Yo casi
me echo a reir, esa risa loca, "si no nos matan ellos, nos mataras tú" quise decirle, pero me callé.
Era
mediodia cuando oí gritar mi nombre, era mi primo, el loco de él al
saber que me habían reclutado se apuntó voluntario, si su primo lo
hacíaa el también y alli estaba con sus pantalones cortos y una
sonrisa.
Era media tarde, cuando una bala corto el aire,
atravesó el campo y se alojó, como un invitado al que no esperas, en el
pecho de mi primo arrancándole la vida.
Era media tarde cuando él
murio, y yo con él.
Me culpé de no haberle parado, de no haberle dicho
en todo aquel tiempo que yo sólo era su primo nadie al que admirar o
seguir, nadie a quien tomar como modelo.. simplemente era nadie.
La guerra acabó a los dos meses, yo tardé en volver al pueblo tres años.
¿Cómo
iba a ver los ojos de su madre? ¿Cómo iba a decirle que había muerto
por mi culpa? por seguirme, simplemente por que yo era su primo... ¡¡su
primo!!
A los tres años volví, a los tres años junté el valor y llamé a su puerta, a los tres años el mundo seguía hundido bajo mis pies.
Me
abrió , y se quedó unos instantes mirándome, alzó sus brazos y
yo me hundí en ellos. "no fue tu culpa, no fue tu culpa..." me repetía,
él te quería, quería ser como tú, pero tú no le mataste, fue esa
horrible guerra, esa guerra...
Me senté en aquel salón donde él y yo habíamos jugado tantas veces, y ella me habló de la responsabilidad.
"No
eres responsable de lo que pasó", me dijo, "él decidió, quizas tuvimos
todos la culpa, pero él tomó su propia decisión, y nadie se puede hacer
responsable de las decisiones de los otros, aunque estén equivocados.
Has tardado tres años en darte cuenta de esto, y espero que mis palabras
te ahorren tanta tristeza, nadie es responsable de nadie, nadie puede
erigirse como culpable de los actos de los demás por mucho que quieras,
por mucho que ames a esa persona. Tú no eres culpable"
Hablamos
durante horas de aquellos días felices, hablamos de los tres años que
estuve perdido, hablamos y hablamos y de alguna manera sus palabras
cosieron mi corazon. Entendí que cuando uno toma sus decisiones, su camino,
quizás solo puedas aconsejar, apoyar y hasta a veces dejarle que lo
recorra, pero nunca adueñarte de su decisión haciéndote responsable de
ello"
- Esta es mi historia - me dijo - Creo que aún te
sientes culpable de muchas cosas en tu vida, y de alguna de ellas te
sientes responsable por decisiones que tomaron otros. Déjalas ir.
Le abracé, como lo hubiera hecho si hubiera sido mi padre, tragué mis lágrimas, mientras las hojas de otoño revoloteaban en el suelo.
- ¿Volveré a verte?
- Si , no te puedo decir cuando ni donde pero sí. - me contestó.
- He de marcharme, gracias una vez más.
- Nos veremos.
Cuando me giré a mitad de camino, el banco estaba vacío.
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