Como cada tarde, desde que estoy en paro, bajo al parque del Retiro,
allí en un rincón apartado, bajo unos chopps y unos olmos hay unas mesas
de ajedrez envejecidad por el transcurso del tiempo, la humedad y el
calor.
Como cada tarde cuando las sombras caen sobre los tableros
dibujados en la mesa, se acercan unos viejecitos, sacan de sus cajas de
maderas, torres, caballos y peones, alfiles, rey y reina.
"Hoy juego con las blancas" - dice uno.
"No empieces otra vez con el gambito de dama" - le contesta el otro.
Me fijo en un anciano que saca sus fichas de un paño, con todo mimo las coloca sobre la mesa como si fueran de cristal.
Las negras y las blancas.
Me acerco, y le saludo, el me contesta amablemente.
- ¿Puedo? - le digo.
- Claro, ¿sabes jugar?
- Algo sé. - le contesto
- Ya somos dos.
- Me llamo Carlos.
- Yo Javier, sientate - me dice - ¿blancas o negras?
Y empezamos a jugar, despacio, pensando cada jugada, casi como profesionales.
Las sombras van corriendo sobre la mesa, el alfil amenza a la reina, pero el caballo apoyado por la torre contraresta el ataque.
El anciano sonrie.
- Lo siento, se me ha hecho muy tarde y debo irme.
- No te preocupes Alberto.- me dice el anciano- mañana continuaremos la partida.
- Mi nombre es Carlos.
- ¡Ay! hijo perdona, esta cabeza, ya me falla la memoria, ¿volveras mañana?
- Si - le contesto - no faltaré.
- Entonces continuaremos la partida, eres un buen jugador.
Al día siguiente, llego al rincón del parque, Javier está sentado y cuando me acerco tiene las piezas desplegadas ¡¡tal y como dejamos la partida!!
- Hola Carlos
- ¿Perdona te conozco?...
Me quedo parado, es imposible, no me reconoce y sin embargo las piezas están dispuestas tal y como dejamos la partida.
- Jugé ayer contigo, dejamos la partida tal como está ahora...
- ¡Ah! si.. perdona, mi memoria no anda bien...
- No te preocupes ¿jugamos?
Y jugamos, al quinto movimiento me hizo jaque mate.
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