martes, septiembre 30, 2014

Pedacito de mar

El silencio habia trepado por las paredes hasta rodear mi cama, cubriéndolo todo, arropándome.
Hacía días que se habían apagado las risas, los gritos de mi madre  llamándoe a cenar, como se apagan las luces al llegar el alba.

Me había acostumbrado a sus llamadas,  en voz alta, pero con toda la ternura del mundo.
 Por las mañanas, como si fuera un despertador    "¡¡ a desayunar!!",  cuando hacía la comida. "¡¡deja eso!! y pon la mesa",  y por la noche: "¡¡vamos a cenar!!, cena, límpiate los dientes y a la cama", luego se acercaba  se cercionaba que estaba bien tapado y me besaba con un "dulces sueños".

Esa era mi rutina diaria, marcada por las llamadas de mi madre, ahora el silencio lo llena todo.
Ella recostada en la cama, blanca como las sábanas que mi padre pone cada día.
Yo me acerco tembloroso, como si ella fuera de cristal y con un leve roce mio se hiciera mil pedazos.

- No dejes de ver el mar - me dice - cuando puedas viaja a conocerlo es lo mas grande que he visto en mi vida, ¡cómo me gustaria volver a verlo!

Y cierra los ojos, y yo pienso que ella soñará de nuevo con volver a pisar la arena y ver el azul que se convierte en verde turquesa del mar que la vió nacer.
Y cada vez que la dejo, pienso cómo puedo traerla el mar, como hacer que una vez más vea su mar.

Cojo a mi hermano pequeño de la mano y corremos a la cocina a por un bote de cristal.

- Ve a por arena - le ordeno. Mientras yo saco la sal del armario.

Lleno el frasco de agua y la mezclo con la sal y cuando mi hermanito llega echamos la arena. esperamos a que se pose en el fondo.
Entonces vamos a por el pequeño pez que nada distraido en su bola de cristal, lo cojo y lo echo en el frasco.
El pez da una bocanada, como si con ello pudiera respirar en aquel pequeño trocito de mar, pero es un pez de agua dulce y lentamente empieza a flotar boca arriba.

Me echo a llorar, mientras mi hermano pequeño mete el dedo empujando al pez como si con ello pudiera insuflarle un poco de vida.

- Abuelo, el pez, el pez se ha muerto y no puedo llevarle a mama mi pedacito de mar.
- No te preoupes, traeme un poco de hilo.

Y el abuelo ata al pescadito.

- Ahora tira despacio, ¿ves? parece que nada, súbelo y enséñaselo a mamá.

Subimos a la habitación y allí mi hermanito y yo le eseñamos a mama, el frasquito llenos de agua y arena de sal y de un pequeño pececito que se mueve... se mueve a tirones de hilo.

- Mira mama un pedacito de mar para ti.

Y ella sonrie, no dice nada, pero sonrie.

Ahora soy yo quien le grita a mi hermanito, por las mañanas como si fuera un despertador "¡¡a desayunar!!" y  cuando  la comida está hecha "¡¡vamos deja eso!! y pon la mesa",  y por la noche: "¡¡vamos a cenar!!, cena, límpiate los dientes y a la cama", luego me acerco,  me  cerciono que está bien tapado y le doy un beso con un "dulces sueños".

En algún lugar donde hay un mar azul que se torna en verde turquesa, allí estará mi mamá.

1 comentario:

Migue dijo...

Nico

Seguro que la mamá del relato estará en el mar más bello que puede haber.
Ella se lo merece, las madres se lo merecen todo.Cuando están por partir nos venimos locos queriendo darles el cielo y las estrellas.
Un abrazo amigo, tus letras siempre son maravillosas de leer. Supongo habrás escrito más de un libro ya. Te deseo lo mejor.
Ah, tengo algo escrito para que leas cuando puedas, se llama Los amantes.
Un abrazo.