miércoles, septiembre 24, 2014

Encender la Luna


Vivía en un pueblo de casas blancas, verdes, rojas, a la orilla del mar.
Algunos decían que parecía un pueblo de la costa Irlandesa, pero tan sólo era un pequeño pueblo de Almeria.

Mi padre había trabajado en el faro desde siempre, pero cuando llegó la tecnología él solo recibió una carta, un cheque y un adios.
Los barcos con su gps, sus radares ya no necesitaban de los viejos faros.
Y allí estaba en casa todos los días todas las noches... excepto una.

Cada 29 días más o menos, sin decir nada y antes de anochecer desaparecía.
Mi madre no decía nada y yo por más que preguntaba sólo obtenia un "ya lo sabrás, aún eres pequeño".

Y aquel misterio nacía una y otra vez cada 29 días más o menos.

Hasta que una tarde justo antes de anochecer, mi padre me miró y cuando se levantó me dijo "ya es hora que vengas conmigo".

Seguí sus pasos hasta el viejo faro, él abrio la puerta de madera que crujió como si fuera a deshacerse. Subimos los peldaños hasta el lugar donde mi padre había pasado gran parte de su vida.
Metió una llave, giro la luz y la dirigió hacia el pueblo.
Justo cuando el sol se ocultó, él encendió la luz que iluminó la noche.

- ¿Qué haces papá? - le pregunté.
- Enciendo el faro...
- ¿Es esto lo que haces cada 29 días?
- Si hijo, enciendo la luna cuando es luna nueva, para que la noche no sea oscura, para que la luna siga con nosotros.
- ¿Y que hago yo aquí?
- Aprender, aprender a encender la luna.

1 comentario:

Migue dijo...

Cuando se han trabajado tantos años en un lugar, el trabajo llega a ser parte de uno, y una gran nostalgia nos invade cuando carecemos de él.
Saludos Nicolás.