Isabel llegó a casa de su abuela, como hacía cada domingo, comía con ella.
La
octogenaria abrió la puerta con una sonrisa, a pesar de su edad, vivía
sola, por mucho que habían intentado convencerla de lo contrario, ella
no quería rehusar a su libertad. "No tengo que dar cuentas a nadie" -
contestaba cada vez que alguien de su familia se atrevía a comentar la posibilidad de una residencia.
Isabel
había pasado la frontera de los 40 hace poco, con una mochila cargada
de sinsabores, que no lograba deshacerse de ella. Un relacion acabada,
que le habia dejado un lista de recuerdos agridulces, sobre todo porque
en la pequeña ciudad donde vivía era fácil volver a encontrarle, y
además de la mano de una treinteañera. Ella que se deciá que lo había
dado todo por él, sus mejores años, sus amigos ahora en el olvido, ¿y
qué habia recibido a cambio? gotas de ternura, sexo racionado, y un
olvido.
Su abuela apartó la cazuela del fuego, y un olor penetrante llenó la cocina, era uno de sus famosos potajes.
- Vamos, siéntate niña, que pareces que vienes de velar a un muerto, ¡Ay! si yo tuviera tu edad.
- Venga abuela déjalo...
-
Si es verdad, si yo tuviera tus años no estaría con esa cara, la vida
es tan corta, yo no me puedo quejar, pero me duele verte asi,
dejándote ir, mirando pasar la vida desde la ventana.
- ¿Y qué voy a hacer?, mis amigos eligieron estar con él, y sabes que yo sola no voy a ningún lado, ¡ cómo voy a viajar yo sola!
-
¡Ay, pequeña!, aún no te das cuenta de todo lo que tienes en tu mano,
con esos trastos de móviles, y eso que dicen en la tele de las redes
sociales... ¿viajar sola? yo que fui de Cartagena a Madrid en mis
tiempos, eso si que era viajar a la aventura, ahora lo tenéis todo
hecho, aviones, hoteles, y sino mira esos jóvenes que recorren el mundo
de sofá en sofá, que lo he visto en españoles por el mundo, si yo
pudiera...
- ¡Pero...! no me atrevo y si me pasara...
- Y si.. y
si... el cementerio está lleno de gente que se harto de decir ".. y
si..". Tú sabes lo que me encanta la India, en eso nos parecemos, déjame
que te cuente una historia..
Aunque Isabel se
hubiera negado, era una batalla perdida, la abuela no era la misma sin
sus historia, y en el fondo Isabel adoraba a su abuela y las historias que contaba.
- "Hace tiempo, en un rincón de la India vivia Rajendra,
con su trabajo había logrado crear una hacienda con ganado, todos los
años viajaba a la ciudad a vender las mejores cabezas de su ganado.
Aquel año dejó la hacienda a cargo de su hijo Faimidha. "cuida de la
hacienda, volveré en tres días" le dijo. Y Rajendra partió par ala
ciudad.
A la noche siguiente de su partida, un grupo de bandidos
asaltó la hacienda se llevó todo lo que pudieron, quemaron la casa, y al
ver a Faimidha lo secuestraron para que venderlo como esclavo.
Cuando
llegó Rajendra, quedño desolado, sólo habia cenizas en el lugar donde
antes vivía, buscó a Faimidha por todo la hacienda, pero sólo encontró
unos restos de huesos calcinados, "mi hijo... mi probre hijo..." se
dijo, los limpió y los guardo en una urna. Abandonó la hacienda y buscó
una casa donde refugiarse de su dolor.
Pasado unos meses Faimidha
pudo escapar de sus captores, volvió al poblado y buscó a su padre, le
costó dar con con la casa donde ahora vivía, ya era de noche cuando
llamó a su puerta.
- Padre, padre, soy Faimidha, he vuelto, ábreme...
El padre oyó los golpes, y creyó que eran de nuevo los ladrones que intentaban engañarle.
- Mi hijo está muerto, tengo sus huesos entre mis brazos, iros...
- Padre.. soy yo tu hijo ábreme....
- Iros .. dejadme en paz... mi hijo está muerto.
Al final Faimidha tuvo que irse, su padre nunca le abrió la puerta."- Pero abuela... - Mira mi niña, muchas veces nos aferramos a
una idea a una mentira que creemos que es verdad, y nos agarramos tanto
a ella que nos cuesta ver otra realidad, otras posibilidades, sólo
creemos lo que tenemos en nuestras manos, en nuestra mente, y como
Rajendra somos incapaces de abrir la puerta...
Isabel miró a su abuela, se acercó y la besó.
- Me muero por tu potaje abuela.
- Y yo ...
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