Creo que tendría cuatro o cinco años, a esa edad los recuerdos se
confunden, pero más o menos fue a esa edad cuando empecé a darme cuenta
de eso que algunos llaman "don".
No recuerdo exactamente la edad,
pero si el lugar y el momento, mi madre con su delantal blanco estaba
pelando patatas, yo detrás intentaba que me hiciera caso, ella se giró,
me miró como sólo una madre puede hacerlo y me dijo: "venga ve a correr
con tu hermano", yo le contesté " no quiere, dice que soy muy pequeñajo y
no me quiere, ¿tú si verdad, mami?" " si hijito, yo te quiero, y no se
lo digas a nadie pero eres mi preferido".
Entonces como un
fogonazo las palabras que flotaban en el aire se convirtieron en letras
pero que nada tenian que ver con lo que había dicho mi madre, pues a
duras penas pude leer " te quiero, pero él es mi preferido, anda déjame
cocinar". Yo no entendía como es que la voz de mi madre había dicho una
cosa pero yo podia sentir que leía su palabras, palabras escondidas.
No
le di importancia, sería cosa de mi imaginación, hasta que años
después, cuando fuí a reclamar una nota de un examen, el profesor me
dijo claramente "te he puesto esa nota por que es exáctamente lo que has
sacado" y volvió aquella sensación de que no era cierto que yo podía
leer en su voz " has sacado más nota, pero sé que puedes esforzarte más y
por eso te pongo un 5".
Cuando salí de la escuela no dejaba de
pensar en ello, seguía poniendo en duda que aquello fuera verdad, que no
fuera algo producto de mi imaginación entonces vi a mis compañeros de
clase jugando al futbol, y quise hacer una prueba.
- ¿Puedo jugar con vosotros? - le dije a uno que sabía que le caía mal.
- ... bueno... vale... - dijo resignado.
Pero yo leí en sus palabras "puf ya está el paquete este espero que vaya con el otro equipo".
Aquello
fue el comienzo, empecé a practicar, a concentrarme en la voz y en las
palabras y entonces surgían mas nítidas en mi mente, podía escuchar lo
que escondían las palabras que me decían.
Algunos lo llaman "don"
y en muchos momentos fué así por que me sirvió para saber quien me
mentia o como podía mejorar las cosas, otras veces era una maldición,
cuando alguien a quien quieres te dice una cosa y tu lees la contraria,
muchos te quiero eran simple palabras vacias que escondían que
monotonía, muchos halagos eran simple muros que escondían espero que
fracases.
Nunca supe convivir con ello del todo, ni tampoco poder
utilizarlo cuando yo quisiera, iba y venía a su antojo, si me
preguntasen ahora si con esos cuatro o cinco años pudiera elegir tener o
no tener ese don, no sabría que contestar. Aunque ya es tarde para eso.
Estoy
en la cama, mi hijo está sentado mirándome, diciéndome con toda la
sinceridad que puede que todo irá bien, que saldré de esta, que soy
fuerte, pero yo puedo leer que no es verdad, que lo que tengo no tiene
cura.
Y es entonces cuando le empiezo a contar una historia, la
historia del hombre que podía escuchar lo que las palabras escondían,
por que quizás, quien sabe, el tenga el mismo don.
1 comentario:
Interesante lo que has escrito, en realidad con mucha gente con la que me toca hablar,me doy cuenta que me está mintiendo. Pero como no me hace ningún mal,lo dejo contento pensando que le he creído. Claro que son temas menores, de lo contrario lo pararía en seco.
Por otra parte no es bueno saber lo que otros piensan y callan diciendo otra cosa. Nos vendría un poco locos sin duda...
Un abrazo Nico.
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