Hacía tres meses que el sonido al cerrarse la puerta retumbaba en mi cabeza.
No hubo tiempo para más, un te quiero cosido a un adios fue lo último que me dijo.
No volví a saber de él en semanas.
Luego llegaron las llamadas, "estoy arrepentido", "volvamos".
Pero cómo iba yo a pegar de nuevo los pedazos de mi corazón roto, sus palabras no eran el pegamento que los unieran de nuevo.
Soñaba con él, es más, incluso le veía andar por el salón, sentarse a mi lado, abrazarme, besarme, pero lo peor ocurría por la noche, cuando sentía como me acariciaba y me hacía el amor.
El dia 14 de febrero se cumplían tres meses, y yo, tonta de mí, aún le veía, en la esquina de la calle mirando mi ventana, sentado en la puerta de mi casa esperando que llegase.
Apagué el móvil cansada de whatsapps con mesajitos de cupido, con mensajes de mis amigas sobre los regalos que tenían de sus chicos.
Abrí la puerta de mi casa, y allí le vi, con un ridículo pañal, dos alas y un arco con flechas que terminaban en corazón.
- Quiero volver, soy capaz de salir a la calle así disfrazado si vuelves conmigo, por favor no me digas que no.
Cansada de tantas "apariciones fantasmales", corrí a la cocina, cogí el cuchillo jamonero y acercándome a aquel ridículo cupido se lo clavé en el corazón.
Pero cupido no desapareció, al contrario, de su pecho brotó sangre, que mancho mi alfombra persa.
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