Llevo tiempo sin publicar... a veces ocurren cosas... inexplicables.
La vida es un simple soplo, algo tan breve que cuando queremos darnos cuenta ha pasado, y lo peor es que nos obcecamos en ponerle trabas, en poner palos a las ruedas, en ver gigantes allá donde solo hay molinos, y se nos van momentos hermosos como si fuera arena entre los dedos.
En estos ultimas semanas con todo el tiempo del mundo, para pensar, para abrazarse a la soledad, me he dedicado a escribir... estoy en la tercera parte de una trilogia titulada AYLIN.
Seguramente nunca verá la luz, pero estas semanas he vivido en una librería llamada Claro de Luna, por la calle de Embajadores, los avatares de Aylin.
Escribir debe ser algo cercano a ser actor o actriz, te sumerges, al menos yo, en la piel de otros, vives, sufres, creas, imaginas...
Os adelanto como empieza AYLIN
"Os voy a contar una historia.
Pero antes de empezar, quiero presentaros a Aylin, ella es la protagonista de mi historia.
Su
nombre es de origen Mapuche/Turco, significa “Claridad” “Luz de
luna”, algo libre, etéreo.
Aylin es bajita, de 1,65, su voz
es envolvente, serena, amable y cálida, transmite paz, como si nada
fuera capaz de alterarla.
Su mirada es urgente, y sus ojos
grandes, de un verde ámbar con pequeñas motas doradas, profundos,
llenos de prisa y misterio. Parecen saber más de lo que dicen como
si hubiera leído todas las páginas que el destino le tiene
escritas. Su mirada es lenta, penetrante, como si pudiera ver mas
allá de lo evidente.
Y es que Aylin cuando mira, mira de
verdad.
De pelo largo y oscuro con hebras rebeldes que el
viento mueve creando una imagen de libertad. Cuando lo lleva suelto
cae como una cortina sobre sus hombros, cuando se lo recoge recuerda
a una colegiala desenfadada.
Su rostro es ovalado de facciones suaves, expresión serena, parece que escuchara cosas que los demás no percibimos.
De piel clara, con un suave toque dorado por el sol, dos hoyuelos en sus mejillas le dan un aire gracioso cuando sonríe, Apenas unas pecas suaves en la nariz y en los pómulos.
Sus cejas están bien definidas, curvas y suaves, sus labios llenos, de color frambuesa con una sonrisa clara, que solo la muestra cuando está segura.
Su cuerpo es delgado, de una feminidad tranquila, hombros estrechos, manos finas coronadas por dedos largos, perfectos para barajar sus cartas de tarot.
Aylin desprende una sensación de paz y gravedad al mismo tiempo y un aura de secreto inconfesable.
Cuando entra en una habitación no llama la atención, pero al segundo todos la buscan.
Suele vestir con tonos tierra o negro, pero cuando se siente feliz busca vestidos largos y vaporosos o faldas fluidas de colores, que encajan con sus botas altas. Suele llevar algún collar con alguna piedra y un anillo viejo, regalo de su abuela.
En la muñeca derecha en la parte interna tiene tatuada la silueta de su gato de nombre Tilo, un gato atigrado gris.
Aylin es bella, no la más bella, pero sobre todo es inolvidable, su atractivo nace de los ojos, la energía y el silencio que deja detrás.
Aylin es tarotista, entre otras muchas cosas, echa las cartas con una sensibilidad especial. No adivina el futuro, lo interpreta, como quien descifra símbolos, emociones, caminos imposibles.
Nunca
huye de las cartas difíciles, podría mirar un Arcano XIII “La
Muerte” sin miedo, porque para ella no es el final sino una
transición.
Ella nunca se echa las cartas, nunca consultaría
las cartas sobre su muerte, no por que no pueda, sino por que ya lo
sabe.
Y ella lo sabe desde pequeña, su corazón es un reloj con fecha de caducidad, aunque no sepa cuando se parará, un defecto congénito en el corazón.
Esto a muchos nos rompería el alma pero a ella no.
Esta
fragilidad la convierte en alguien muy viva, vive con urgencia que no
es vivir con prisa, cada momento es un regalo, una urgencia por
vivir.
Aylin en vez de oscurecerse, ama la vida con ferocidad
como si esta fuera su mayor religión.
Porque es su secreto, sabe que su corazón se detendrá algún día, pero no lo proclama, no lo dice, no quiere compasión, y el día que se detenga, sin aviso, ya habrá hecho las paces con el destino.
Su misión, me dice sentirlo así, es encender una luz en otros que sin saberlo la tiene apagada. Y lo logra en cada lectura de cartas, en cada consejo, en cada libro recomendado, en cada una de sus sonrisas.
Yo sé, porque la he visto alguna noche, en la trastienda de su librería, cuando cree que nadie la ve, como dos lágrimas se deslizan por su mejilla y no es por miedo a morir sino por la nostalgia anticipada de las cosas que no le dará tiempo a vivir. Se seca las lágrimas, respira hondo, acaricia a su gato Tilo y vuelve a la vida como si nada le sucediese.
Aylin es libre, luminosa, intensa… mortal… por eso Aylin es inolvidable.
Y ahora que la conocéis un poco, voy a empezar mi historia, y esta empieza una tarde cualquiera, de un día cualquiera, el aire de Mayo trae olores a verano..."
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