lunes, julio 04, 2016

Cuentos por teléfono- EL HOMBRE QUE ALQUILABA SU TIEMPO

Descuelgo el teléfono, su voz llega desde el otro lado del hilo teléfnico vestida de nostalgia.
- Hola - me dice, y sus palabras se descuelgan de su boca como lo haria la lluvía de una hoja.
- Hola, tengo la sensación de que algo te pasa...
- Bueno... ¿sabes? creo que ya sé por qué te llamo, hablar contigo es como si en el fondo acompañaras mi soledad, em acompñas a estar sola, por que no hay peor cosa que sentirse sola, no es estar sola, sino sentirse sola, y me siento sola cada vez que rozo el otro lado de mi cama y sólo hay escarcha ni siquera conserva ya su perfume. Hay soledad en mi cocina, cuando sólo tengo que cocinar para mi, cuando lleno de vino solo un vaso, cuando mi cintura añora sus abrazos por detrás mientras me besaba el cuello. Hay soledad en mi mesa, esa mesa de madera que desnudé un día y tirita de frío. Hay soledad en las películas que veo por que no tengo un hombro donde apoyarme ni un cuerpo al que abrazarme cuando de la tele salta un miedo. Hay soledad en el silencio del acto de apagar la tele y caminar a la cama, sin poder comentar como ha sido el programa, o la pelí, sin poder besar un sueño de buenas noches, hay soledad en el abrazo que doy a mi almohada como si ella fuera su sustituto. Hay soledad en mis pasos por las calles de madrid, que a veces suenan a hueco, por que no hay un destino, no hay principio  ni final, no hay una despedida por que no hay una bienvenida. hay soledad en mi amanecer, cuando me estiro en la cama y siento el frió de la ausencia, de su voz de su mirada, de sus beso de buenos días, del olor a café que algunas veces me hacía.  Hay soledad en los viernes por la noches  por que ya no hay planes, hay soledad en los sábados por que no tengo con quien remolonear en la cama sintiendo que el lunes está tan lejos que quizás nunca llegue. Me siento como esos relojes de arena que miden el tiempo por los granos que pasan de un lado a otro, sólo que esta vez nadie girará el reloj para que vuelvan a caer, cada grano de arena es un momento que no volverá un momento cargado de soledad. Y hay soledad en mis recuerdos que cada día que pasa se enturbian más en mi mente como si se fueran desenfocando perdiendo en algún lado de mi cerebro al que cada vez más me cuesta llegar...
- Siento oirte decir eso, por que sé que hay soledades que son difíciles de llenar, de igual manera que hay soledades que acompañan por que gracias a ella podemos encontrarnos, yo sólo soy un contador de historias, si quieres puedo contarte una para que así al menos este ratito no te sientas tan sola.
- Gracias...
"Había una vez un hombre que se sentía tan solo como quizás te sientas tú ahora, había tenido la suerte de amar, se decía, pero nunca llego a comprender que uno se pierde pensando en lo que no se tiene cuando debe pensar en lo que tiene, y así sin verlo, sin desearlo se quedó solo.
Caminaba todos los días, maldiciendo su mala suerte, aunque en el fondo él sabía que no era cuestión de mala suerte, sino de que uno tiene lo que se busca, uno de esos días que se creía el ser mas trsite de la tierra pasó por delante de la puerta de un gran hospital, y sin saber por qué, entró.
Recorrió los pasillos mirando las habitaciones, oyó lamentos, y oyó rezos, vió lágrimas pero también vió esperanza y sonrisas, algunas de esas habitaciones estaban llenas de gente que iban a visitar a sus parientes, otras sin embargo solo guardaban a los enfermos que intentaban dormir para que la estancia en el hospital se les hiciera mas corta.
Al rato salió del hospital pensando en la soledad de estar tumbado en la cama hora tras hora sin que nadie fuera a visitarles.
entonces tuvo una idea, al día siguiente volvió al hospital y entró en una de las habitaciones en las que no había visitantes, se presentó y le dijo al enfermo, "hola, soy tu acompañante de alquiler", el enfermo le miró extrañado "¿es una broma?  ¿una terapia nueva del hospital?" "No" contestó él, simplemente creo que no es bueno estar solo todos los días y yo tengo tiempo me gustaría alquilar mi tiempo para acompañarle. "Ya ..  vale... pero cuanto me va a cobrar por ello...", inquirió el enfermo, "nada, sólo le pido que si alguna vez yo termino en un hospital usted me alquile su tiempo". Al enfermo le pareció algo extraño aquel trato, pero eso era mejor que no estar sólo todo el día.
 Y de aquella forma aquel hombre llegaba por las mañanas al hospital y alquilaba sus horas, una por paciente, hasta que terminaba el horario de visitas.
Dicen que estuvo cinco años visitando todos los días el hospital, hasta que un día cuando estaba alquilando una de sus horas, entró una chica en la habitación, "hola, ¿eres tú el visitante que se alquila?" le dijo, él la miró sorprendido, " sí soy yo, ¿por qué?". "me gustaría hacer lo que tú haces,  y no sé a quien dirigirme, y me llegó que había alguien que ya lo hacía... y aquí estoy"

Dicen que fué de esa forma que crearon una asociación, voluntarios que alquilan su tiempo, solitarios que apagan su soledad, sabiendo que el día que ellos puedan estar en una cama de hospital también tendrán compañía."
- Es una bonita historia...
- Lo es, pero no quiero que te lo tomes como una moralina por lo que me has contado, lo que sientes es como la sombra que todos tenemos cuando luce el sol, hay que aprender a convivir con ella, quizás algún día tu sombra pueda ser como la de Peter Pan y abandonarte por haga llegado alguien que la descosa de tus pies.
- Gracias, quien sabe... al menos tú me acompañas a no estar sola, un beso contador de historias.
- Un beso y dulces sueños.

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