Descuelgo el teléfono, su voz llega desde el otro lado del hilo teléfnico vestida de nostalgia.
- Hola - me dice, y sus palabras se descuelgan de su boca como lo haria la lluvía de una hoja.
- Hola, tengo la sensación de que algo te pasa...
-
Bueno... ¿sabes? creo que ya sé por qué te llamo, hablar contigo es
como si en el fondo acompañaras mi soledad, em acompñas a estar sola,
por que no hay peor cosa que sentirse sola, no es estar sola, sino
sentirse sola, y me siento sola cada vez que rozo el otro lado de mi
cama y sólo hay escarcha ni siquera conserva ya su perfume. Hay soledad
en mi cocina, cuando sólo tengo que cocinar para mi, cuando lleno de
vino solo un vaso, cuando mi cintura añora sus abrazos por detrás
mientras me besaba el cuello. Hay soledad en mi mesa, esa mesa de madera
que desnudé un día y tirita de frío. Hay soledad en las películas que
veo por que no tengo un hombro donde apoyarme ni un cuerpo al que
abrazarme cuando de la tele salta un miedo. Hay soledad en el silencio
del acto de apagar la tele y caminar a la cama, sin poder comentar como
ha sido el programa, o la pelí, sin poder besar un sueño de buenas
noches, hay soledad en el abrazo que doy a mi almohada como si ella
fuera su sustituto. Hay soledad en mis pasos por las calles de madrid,
que a veces suenan a hueco, por que no hay un destino, no hay principio
ni final, no hay una despedida por que no hay una bienvenida. hay
soledad en mi amanecer, cuando me estiro en la cama y siento el frió de
la ausencia, de su voz de su mirada, de sus beso de buenos días, del
olor a café que algunas veces me hacía. Hay soledad en los viernes por
la noches por que ya no hay planes, hay soledad en los sábados por que
no tengo con quien remolonear en la cama sintiendo que el lunes está tan
lejos que quizás nunca llegue. Me siento como esos relojes de arena que
miden el tiempo por los granos que pasan de un lado a otro, sólo que
esta vez nadie girará el reloj para que vuelvan a caer, cada grano de
arena es un momento que no volverá un momento cargado de soledad. Y hay
soledad en mis recuerdos que cada día que pasa se enturbian más en mi
mente como si se fueran desenfocando perdiendo en algún lado de mi
cerebro al que cada vez más me cuesta llegar...
- Siento oirte decir
eso, por que sé que hay soledades que son difíciles de llenar, de igual
manera que hay soledades que acompañan por que gracias a ella podemos
encontrarnos, yo sólo soy un contador de historias, si quieres puedo
contarte una para que así al menos este ratito no te sientas tan sola.
- Gracias...
- "Había una vez un hombre que se sentía tan solo como quizás te sientas tú ahora, había tenido la suerte de amar, se decía, pero nunca llego a comprender que uno se pierde pensando en lo que no se tiene cuando debe pensar en lo que tiene, y así sin verlo, sin desearlo se quedó solo.
Caminaba
todos los días, maldiciendo su mala suerte, aunque en el fondo él sabía
que no era cuestión de mala suerte, sino de que uno tiene lo que se
busca, uno de esos días que se creía el ser mas trsite de la tierra pasó
por delante de la puerta de un gran hospital, y sin saber por qué,
entró.
Recorrió los pasillos mirando las habitaciones, oyó lamentos, y
oyó rezos, vió lágrimas pero también vió esperanza y sonrisas, algunas
de esas habitaciones estaban llenas de gente que iban a visitar a sus
parientes, otras sin embargo solo guardaban a los enfermos que
intentaban dormir para que la estancia en el hospital se les hiciera mas
corta.
Al rato salió del hospital pensando en la soledad de estar tumbado en la cama hora tras hora sin que nadie fuera a visitarles.
entonces
tuvo una idea, al día siguiente volvió al hospital y entró en una de
las habitaciones en las que no había visitantes, se presentó y le dijo
al enfermo, "hola, soy tu acompañante de alquiler", el enfermo le miró
extrañado "¿es una broma? ¿una terapia nueva del hospital?" "No"
contestó él, simplemente creo que no es bueno estar solo todos los días y
yo tengo tiempo me gustaría alquilar mi tiempo para acompañarle. "Ya
.. vale... pero cuanto me va a cobrar por ello...", inquirió el
enfermo, "nada, sólo le pido que si alguna vez yo termino en un hospital
usted me alquile su tiempo". Al enfermo le pareció algo extraño aquel
trato, pero eso era mejor que no estar sólo todo el día.
Y de aquella forma aquel hombre llegaba por las mañanas al hospital y alquilaba sus horas, una por paciente, hasta que terminaba el horario de visitas.
Dicen
que estuvo cinco años visitando todos los días el hospital, hasta que
un día cuando estaba alquilando una de sus horas, entró una chica en la
habitación, "hola, ¿eres tú el visitante que se alquila?" le dijo, él la
miró sorprendido, " sí soy yo, ¿por qué?". "me gustaría hacer lo que tú
haces, y no sé a quien dirigirme, y me llegó que había alguien que ya
lo hacía... y aquí estoy"
Dicen que fué de esa forma que crearon
una asociación, voluntarios que alquilan su tiempo, solitarios que
apagan su soledad, sabiendo que el día que ellos puedan estar en una
cama de hospital también tendrán compañía."
- Es una bonita historia...
-
Lo es, pero no quiero que te lo tomes como una moralina por lo que me
has contado, lo que sientes es como la sombra que todos tenemos cuando
luce el sol, hay que aprender a convivir con ella, quizás algún día tu
sombra pueda ser como la de Peter Pan y abandonarte por haga llegado
alguien que la descosa de tus pies.
- Gracias, quien sabe... al menos tú me acompañas a no estar sola, un beso contador de historias.
- Un beso y dulces sueños.
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