Miraba el calendario absorto como si nada de lo que ocurría a su
alrededor tuviera importancia, solo la sucesión de números y días, y
realmente nada sucedía a su alrededor.
Tachó los numeros hasta
llegar al último que rodeó con un círculo rojo, dejó el rotulador en la
mesa y se quedó mirando el trazo que había hecho, entonces bajó a la
calle, se acercó a la papelería y compró otro calendario.
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