Estaba sentado en una esquina de aquel viejo y rancio bar, como si, de
alguna manera, pudiera ser invisible y pasar desapercibido al resto de
la gente.
Algo casi imposible puesto que no quedaba ni una mesa
libre, el calor de Agosto vaciaba las calles y llenaba los locales que
tenian el aire acondicionado funcionando todo el día.
Apareció ante mí, sin apenás percibirlo, con voz queda me pidió permiso para sentarse.
Yo, casi sin levantar la vista asentí, no sé porque lo hice, porque lo último que quería en ese momento era tener compañía.
Le miré de reojo, abrazaba su jarra de cerveza como quien abraza una almohada en una cama vacía.
- ¿Sabes si hay algún cine de verano por aquí cerca?
Su pregunta me sorprendió, no esperaba que él entablara conversación.
-
Creo que hay varios por Madrid, uno por Principe Pío y otro en Conde
Duque... - le contesté mientrasél apuraba un trago de su jarra.
-
Recuerdo aquel cine de verano, corría una brisa fresca, de aquellas que
te obligan a ponerte un jersey. El cielo estaba cuajado de estrellas,
ella me arrastraba de la mano, no es que yo opusiera resistencia, pero
me encantaba dejarme llevar. La sentía feliz, aunque ahora aparezcan en
mi mente esas imágenes borrosas y no logre ver su cara. Bajamos las
escaleras, al fondo había una barra de bar, y en el centro estaban
dispuestas las filas de sillas como en un tablero de ajedrez, solo que
todas eran blancas.
Fuimos hacía el fondo.
Cuando ella levantó
la mano sentí un nudo en el estómago, y un calor en las mejillas,
saludaba a su hermano, él levantó su brazo y le devolvió el saludo, en
su mirada leí una pregunta muda "¿es él?", imagino que ella le contestó
con un ligero asentimiento de cabeza, pero yo no lo percibí.
A mitad
de camino de ese encuentro las luces empezaron a apagarse, ella me
soltó y con un movimiento de sus manos le indicó que después nos
veríamos. Recuerdo que nos sentamos y me quedé mirandola fijamente,
había un brillo especial en su mirada y una sonrisa de las que no se
olvidan en la vida.
Se inclinó hacía mi, y me susurró "bésame".
Le
ví cuatro sillas mas allá, nos miraba, y en mis labios, apresuradas,
corrienron las palabras "ahora no, está ahí...", "tonto, mira que
eres... tonto" me contestó.
Su mano se deslizó sobre la mia, y
los dedos se entrelazaron, yo cerré los ojos, no me preguntes de que iba
aquella película, por que no lo sé, simplemente todo mi ser era un
radar que captaba cada sentimiento que pudiera atrapar como si fuera una
tela de araña a la espera de que algun insecto cayera. Sentía el calor
de su mano, el liviano peso de su cabeza sobre mi hombro mientras
ascendia su perfume en aquella brisa de verano...
Luego llegó el
intemedio de la proyección, fuimos a la barra del bar, y allí me lo
presentó, no sé si aquel acto fue como una aprobación o quizás una
presentación formal, ni lo supe ni me importó que lo hubiera sido. Ella
se puso delante de mi para que yo la abrazara desde atrás, mientras él
se alejaba, le besé el cuello dejando un suave mordisco en el lóbulo de
su oreja, ella giro su cabeza y me besó, luego susurró un te quiero... Y ya no recuerdo más todo se pierde en el tiempo.
Me decias que hay un cine de verano por Conde Duque ¿verdad?
- Si.. si... ese no está muy lejos de aquí... - le respondí con las imagenes de su historia aún en mi retina.
Se
levantó, abrazando la jarra de cerveza y arrastrando los pies. No se
despidió, no dijo adios, no hacía falta, aún sobre la mesa revoloteaba
esa brisa de verano.
1 comentario:
A veces nos cruzamos con personas que nos cuentan sus historias. Solo se suman a las nuestras.
Tienes tu pluma afilada como siempre Nico.
Un abrazo amigo.
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