Tenía en su armario una colección de sonrisas olvidadas colgadas en perchas de madera.
Un
cajón reservado para los "y si..." y una balda de adioses doblados por
la mitad, junto a jerseys con la palabra "perdóname" cosida en el pecho.
Cada mañana se vestía de azul y blanco, si lucía el sol pero cuando este se tapaba con las nubes, ella prefería el negro y rojo.
En
el primer cajón de su cómoda, a la derecha guardaba el corazón, junto a
él, inseparablemente, siempre, siempre, una cajita de tiritas.
Tenia
como costumbre bajar al café a las 12.20 de la mañana, como relevo de
sus compañeras de trabajo. Se sentaba en la barra del viejo bar con la
única compañía de un café y una rebanada de pan tostado con aceite y
sal.
Tres mesas más allá, un chico con parca verde y gafas de
pasta negra hundia su cabeza en un bloc de páginas blancas, bolígrafo en
mano parecía mantener un duelo con el bloc, del que cada día salía
perdiendo.
De vez en cuando sus miradas se cruzaban lo que provocaba en ella un rubor rosáceo en sus mejillas.
Ninguno de los dos se atrevía a cruzar la distancia que había de la mesa a la barra del café.
Aquel día, cuando ella daba sui último bocado al pan tostado, el muchacho se levantó, pasó a su lado y se marchó sin decir nada.
Sobre la mesa, como un naúfrago quedó el bloc.
Ella se levantó lentamente, se acercó a la mesa,, miró a un lado y a otro y tomó en sus manos aquel bloc.
Todas las páginas estaban en blanco excepto la última, donde ella leyó:
"Llevo años buscándote y ahora cuando por fin te hallo, siento miedo a encontrarte."
1 comentario:
Preciosa, de las tuyas, con sensibles detalles y final no esperado y original.
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