Entra la luz por la pequeña ventana, hoy el cielo se viste de nubes.
Y me asomo,
y
el mar se ha convertido en un arenal por donde ya no pasea aquel niño
pequeño, que creció y se fue, y quien sabe si algún día volverá.
Ya
no está el viejo, aquel que en un café solía estar sentado a la espera,
a la espera de que yo llegase para contarme alguna de sus historias.
Ya el teléfono no suena y cuando llamo una voz metálica y aburrida me contesta " teléfono apagado o fuera de cobertura".
Y en mi mesa la hoja de papel, en blanco, me devora, esperando que vuelva a abrazarla con los surcos de mi bolígrafo.