Recorro el centro de Madrid.
Septiembre ya lleva recorrido la mitad de su carrera hacia una muerte que tiene un dorsal el 30.
Las
calles que van de la Puerta del Sol a Callo estan repletas de gente.
Gente de todo tipo chavales jovencitos que apuran sus últimos días de
vacaciones. Extranjeros con el dedo suelto en el gatillo de su cámara de fotos.
Me
gusta este ambiente, es como si la vida retomara sus fuerzas,
olvidándose de la crisis, de la angustia y la desesperación que nos
devora a todos lentamente.
Aminoro mi paso, quiero disfrutar del momento, como si con ello pudiera tambien ralentizar mi vida.
Mi
destino es la calle de los libreros, hace años cuando estudiaba en el
instituto y luego en la universidad, era un visitante asiduo. La
economía familiar no deba para mucho y había que ahorrar de donde fuera.
Hoy no es muy diferente, quizás no sea tan perentorio, pero cualquier ahorro es bien recibido.
Cuando
giro para tomar la calle, me veo soprendido, la calle está flanqueada a
ambos lados por hileras de chavales que despliegan en el suelo y en
maletas los librtos del curso ya terminado. Otros lista en mano te
preguntan que buscas, "¿para primero de bachiller?, ¿para cuarto de la
ESO?".-
Eso, eso me digo yo, ¿ahora la ESO?, me he perdido entre los cambios que hacen cada año.
Los
chavales sonrien, es como si aquello fuera una fiesta, muchos de
ellos, vestidos con vaqueros de marca, o las últimas zapatillas
deportivas,
piensan en que el dinero irá al último juego de la play, o para una buena fiesta el próximo fin de semana.
No todos, otros lo emplearan para sus estudios, para comprar más material, para la compra de los nuevos libros.
Sin
embargo no muy lejos, en una esquina hay un chaval que no participa de
esa "fiesta de libros", delante de él tiene una maleta vieja y rota,
donde no hay libros de escuela, sólo unas cuantas novelas envejecidas, y algún que otro libro bien encuadernado.
Una
chica, con los ojos pintados, y unos vaqueros rotos, cortados para que
sean un short de los que se han puesto de moda, se acerca y le pregunta
si tiene libros de segundo de bachillerato. El chico le sonríe, como si
con ello quisiera decirle yo tambíen soy como tú, pero con la cabeza
niega la petición de la chica, que sin más se gira y se pierde con sus
amigas.
Me acerco al chico, que presuroso me dice en un tono
tímido como si antes de que yo le dijera nada ya se estuviera excusando,
"no tengo libros de escuela, sólo estos que ve, y son baratos, si le
interesa alguno puede verlos"
Estoy unos segundos en los que mi mirada va de los libros al chico, del chico a los libros.
Me
arrodillo y echo un vistazo, cojo uno al azar, y le pregunto "cuanto
vale", se lo piensa un momento y con los dedos me dice que son tres
euros,
saco las monedas del bolsillo y cuando se las voy a dar no
puedo evitar preguntarle. " ¿y cómo es que no tienes libros de
estudio?". El chico coge los tres euros, baja la mirada y me contesta:
"Hace
dos años que mi padre está en paro, es albañil, pero ya no hay obras
donde le cojan, hace algún apaño a los vecinos, mi madre de vez en
cuando limpia algún piso, alguna escalera, las ayudas que teníamos nos
las han quitado, y para que mi hermanita pueda seguir en el cole y
comprar el material que necestia vengo yo a vender algunos libros que
nos quedaban y otros que me encuentro."
Su respuesta me cae como
esas bolas de hierro gigantes que se abaten sobre un edificio para su
demolición, "¿y tú no vas al instituto?", le pregunto avergonzado.
"No, es un lujo que no nos podemos permitir"
Su respuesta sesga cualquier palabra que yo pudiera decir y estas se quedan mudas en mi boca.
Me
despido y me alejo de allí, dudé en comprarle todos los libros, pero
tampoco quise comprarle el orgullo, porque equivocado o no, quizás él lo
entendiera como un acto de compasión, y para alguien que tiene el valor
de estar rodeado de gente de su edad, y ver como es de cruel la vida,
sólo queda el orgullo.
Se acerca mi hijo con una amiga, "hemos vendido los tres libros, nos hemos sacado ochenta euros, y ya hemos comprado los otros", me dice contento.
"¿cuanto
has ganado?", le digo " a ver...", saca unas monedas y un billete "
casi veinte euros", me contesta con uan sonrisa, "no está mal, ahora ,ve a
aquel chico, el de la maleta vieja, haz como si te interesasen los
libros que tienes, y le compras todos, si te dice que es menos dinero
que el que tienes, le das lo que llevas ¿vale?". Me mira extrañado,
quizás fuera a surgir una queja, pero esta no llega a su boca.
Le veo charlado con el chaval, al rato vuelve con los libros, mientras el chico recoge la maleta y se va.
- ¿Sabes, papá?
- Dime...
-
Resulta que le conocía, fue un compañero de clase hace dos años, le he
dado mi móvil para ver si quedamos, hacía un montón de tiempo que no le
veia.
- La próxima vez que le veas, invítalo a casa. - le digo.
Me
voy con el corazon en la garganta, maldiciendo por dentro, maldiciendo a
este país que deja sin inmutarse que sucedan estas cosas.